Pasa y pasa el tiempo y yo
en este estado de inanición,
sin la despierta sensibilidad
que necesito para escribir,
extraer de la realidad la sustancia de la emoción poética
y verterla en el recuadro de la página.
Las palabras dicen lo que pienso ahora,
mientras releo una bella traducción de
«Confesiones de un inglés comedor de opio», de Thomas De Quincey.
No me place para nada estar ayuno de motivos poéticos.
Lo más placentero para mi,
es estar en vena literaria,
la cúspide cuando estoy escribiendo un texto.
Leer y escribir es lo que más me gusta hacer.
Y escribir no en modo profesional,
sino más bien
como pasión de aficionado.
