Roderico Rodríguez, escritor costarricense

Trazando letras con sus gruesos dedos operarios

Escribir me gustó desde chiquillo
porque a mi papá le gustaba.
Era un ejercicio que Él hacía
con su apreciada pluma Esterbrook ,
a las horas del café y las comidas familiares.
Yo lo veía trazando las letras con sus gruesos dedos operarios,
afinando como podía sus movimientos.
Cómo iba a saberlo yo,
pero esa vivencia en la mesa del comedor de mi casa,
marcó mi vida.
Fue una transfusión inconsciente del gusto de mi padre.
Escribir es como un placer gourmet para mí.
Es herencia de mi padre iletrado.