Roderico Rodríguez, escritor costarricense

Sinónimos de vivir

Y los que no, que no.

Me gusta escribir.
También me gusta leer.
Pero cuando tengo alguna idea para escribir,
dejo lo que estoy haciendo,
incluso si estoy leyendo,
y me pongo a escribir en mi maravilloso iPhone celular.
En otro tiempo hubiera tenido que encaminarme a la mesa donde estaba la máquina de escribir, sacar una hoja de papel bond de la gaveta,
ponerla en el carrete y después, hasta después,
ponerme a escribir lo que iba a escribir.
Y cuando entonces,
era perfectamente posible que ocurriera,
y así ocurría a menudo,
que se me hubiera olvidado lo que iba a escribir.
Hay que tener en cuenta que lo que suelo escribir
son pequeños textos que aspiran desfallecientes a la poesía.
No es que esté trabajando en algún largo y prolongado texto
que debo continuar por enviones, una novela digamos o algo así.

Como decía al inicio me gusta escribir.
Y lo cierto es que siempre me ha gustado.
Pero antes,
cuando no habían celulares y se me ocurría algo para escribir,
no tenía más opción que esperar
el momento en que estuviera en la oficina o en la casa para ponerme a escribir.
Lo que aprendí a hacer con el tiempo,
fue a tomar notas en una libreta de bolsillo,
para mantener asegurado el tema y sus grandes rasgos.
Los tiempos de ahora me encantan,
en gran medida por el teléfono celular
que ando siempre en el bolsillo de la camisa.
Y así, cuando tengo alguna ocurrencia como esta misma que estoy desenvolviendo ahora en la carátula del móvil,
pues me pongo a escribirla inmediatamente.

Y no es que los textos que escribo sean importantes,
o tengan alguna razón especial
por la que deban ser escritos.
No es así, bien lo sé, son del todo prescindibles.
Pero son así, o pueden serlo,
para los demás no para mí,
que después de haber vivido prácticamente mi vida entera, ahora ocupo mi tiempo, básicamente, en leer y escribir.
Ambos verbos son sinónimos de vivir para mi,
particularmente escribir,
que involucra tantas operaciones de mi mente y mis manos.
Y que disculpen mis gazapos los que tienen la generosidad de leer mis pequeños textos.
Y los que no, que no.