Nuestra vida es como una película.
Nosotros estamos en el lunetario como espectadores
y somos, a la vez,
un personaje en la escena
que transcurre en el celuloide.
Actores y espectadores
de nuestra propia vida.
Puede ser, y en efecto así es,
que nuestra opinión de lo que sucede en el escenario esté sesgada,
porque nuestra perspectiva es individual, personal.
Pero eso mismo le ocurre
a todos en la sala.
Porque cada quien ahí presente
tiene una única y exclusiva butaca
en el teatro del espacio tiempo.
Y es así del todo razonable,
que cada quien tenga su propia visión
de la película de la vida.
Parece mentiras,
o cuando menos una broma,
que vivimos ese desdoblamiento.
Siendo actores,
somos también espectadores.
Todos en la escena
y cada quien en su propia butaca.