Bukowski pasó a todo gas
por la vida.
Astuto como era el condenillo se dejó rodar.
Primeramente dando contra las paredes
de los bares y pocilgas de Los Ángeles.
Y después,
ya como el conocido escritor de “ realismo sucio “ que fue,
en una especie de flotación alcohólica,
en que también entraban
otros espíritus,
como la yerba y la coca.
Ese carajo nunca salió de la fiesta ni por descuido.
Y los baches emocionales
se los brincaba con más de lo mismo.
Supuraban por las espinillas de su cara,
los venenos que le daba a consumir al cuerpo.
Y así hasta los 73 años de su vida, murió en el 94.
Un loco auténtico.
Un cuerpo increíblemente aguantador, casi irrompible.
Una manera desarticulada
de decir las cosas,
dando lugar a la vulgaridad.
Escribió sus 61 libros después de los 40 años,
borracho y de goma.
Increíble pero es cierto.