Cada quien es cada quien
y vive a su manera.
Razones físicas, síquicas y sociales,
nos distinguen y nos individualizan
entre la humana multitud. Somos como somos.
Yo he sido un apasionado por lo que hago y me gusta,
pero no soy metódico, más bien espontáneo, o mejor dicho, casuístico.
Y así voy por la vida viendo, oyendo, pensando, leyendo, escribiendo.
Con encendido permanente.
Y claro, esto es así más señaladamente,
desde la aparición de esta maravilla tecnológica que es el celular.
Muy poco, casi nada, es el uso que le doy como teléfono.
Pero es mi máquina de escribir, mis archivos, mis diccionarios,
mi enciclopedia, la cámara fotográfica, la calculadora, el escritorio completo y más.
Y la tableta Kindle,
buena parte de mi biblioteca, una excelente librería
donde comprar a bajo precio,
y una ágil y cómoda pantalla de lectura.
Voy por la vida con atención felina de lo que sucede en mi mundo
y puede dar pie a una de mis modestas notas.
Una bandada de pájaros,
las nubes viajeras en el cielo,
el sol candente, unas palabras que se dicen, la gente;
los gestos, cifras de señales;
las buenas vibras, las malas vibras, una linda mujer que pasa, si es fea también.
En fin, lo que hay en mi derredor y también en mis pensamientos.
Y así van saliendo mis pequeños escritos dispersos, chispazos del momento, ocurrencias desparramadas.
Y a veces, mientras escribo, irrumpen desde el entorno hechos o cosas que dan pie para una digresión (pueden ser pensamientos también),
que fácilmente puede crecer hasta el punto de llegar a ser
el tema central de lo que estoy escribiendo en ese momento.
Por último, sale un producto final.
Una causalidad de casualidades, por decir así.
No es algo que está hecho, concebido en todas sus ramificaciones,
y es cuestión de desenvolverlo, sino más bien algo que va haciéndose mientras avanzo por el territorio virgen de la página en blanco.
Y es por ello que a un método así no se le puede llamar metódico,
sino que es una efusión continua, casual y espontánea.
No es algo previsto,
sino más bien un proceder abierto y poroso,
que puede encaminarse en cualquier rumbo,
según la motivación
y los estímulos del ambiente,
siempre que dé pie para seguir escribiendo.
Y bien, así es mi vida y así soy yo.
Me gusta escribir y lo hago con el ritmo de las pulsaciones de mi sangre.
Y así seguiré haciéndolo.
Es placentero pero cuesta trabajo.