Hace tiempo que escribo mis pequeños escritos.
Diariamente, a la modesta manera de memorias o de un diario.
A veces hasta dos y tres composiciones en el día.
Y es el caso que, cuando por falta de tema no lo hago y se me van los días en blanco, siento la incomodidad de un vacío existencial.
A tal punto me he acostumbrado.
Ahora, desde hace algún tiempo, experimento una sequía de temas o asuntos para escribir.
Y eso aunque no tengo ninguna especialidad porque, así ocurre en la práctica, escribo sobre cualquier cosa que se me ocurra.
No tengo ninguna limitación o preferencia.
Estoy abierto a cualquier inquietud que me de pie para el texto.
El impulso que necesito es la chispa de la ocurrencia.
Y aún así, pasan los días en blanco.
Por dicha que la lectura viene siempre en mi auxilio.
Si así no fuera no quiero ni pensarlo.
Cada momento, cada hora, cada día que pasa sería un suplicio para mi.