Amanece y desde la penumbra emerjo a la claridad del día.
Vienen las labores rituales hasta llegar al libro que me aguarda en la mesa.
Pero hay varias gestiones pendientes que atender en la ciudad, la gripe me ha tenido estacionado en la casa.

Tengo que organizarme para salir adelante entre tanta minucia.
Y aunque no me agrade tendré que sacrificar horas de lectura para ponerme al día.

El tiempo transcurre continuo y no espera.
Tengo que espabilarme y hacer lo que tengo que hacer.
De lo contrario se me desordena el día a día
y me cae el mundo encima.