El día se desliza suavemente.
Es un continuum, un viaje ininterrumpido.
Como por un lento declive
va del alba al anochecer
y sigue así su trayectoria.
Hay que verlo en retrospectiva
para percibir su tracción
y su avance.
Y es que solo se vive el instante que huye,
indurable.
Es como permanecer estático
en un punto que se fuga.
Una ínfima nave
en el océano proceloso del tiempo.