El telón del día se abre
y caen los plateados destello del sol.
Mientras la tierra gira alrededor de su propio eje,
a una velocidad de 1600 kilómetro por hora,
y se desplaza alrededor del sol a 100.000 kilómetros por hora.
El sol, nuestra magnífica estrella por su cuenta,
orbita alrededor de la Vía Láctea a 782000 kilómetros por hora,
y va arrastrando su comparsa, que nos incluye a nosotros, completando el año galáctico, que es el recorrido de la orbita completa,
en 225 a 250 millones de años.
Y para rematar esos datos nuestra galaxia, a resultas de un vacío intergaláctico que la empuja,
viaja a la velocidad fenomenal de más de 2 millones de kilómetros por hora,
llevando consigo también a toda su comparsa.
Como si fuera poco todo eso,
hay que agregar que el Universo se expande continuamente,
arrastrándolo todo a una velocidad, que va más allá de lo imaginable.
De modo que no hay tal culebra de pelo
como decía mi madre.
La estabilidad y la quietud son ilusorias.
Con razón a menudo me embarga una sensación de vértigo.
Y tengo que apoyarme para no caer.
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