Roderico Rodríguez, escritor costarricense

Sólo se debe oír en acetato

He sido siempre musicómano.
Y digo señaladamente esta palabra porque,
puedo decir que soy solvente
en cuanto al gusto y afición,
pero no así a la erudición,
lo que en modo alguno quiere decir
que sea ignorante, no.
Pero no quiero ni puedo alardear
de conocimientos que no tengo,
especialmente en música clásica y ópera que tanto me gusta.
Me crié en el taller de ebanistería de mi padre,
y el de zapatería de mi amigo Rafael.
Y en ambos se oía música todo el santo día,
y se sabía de géneros, orquestas y cantantes.
Y bueno, voy al grano.
Es viernes y estoy de fiesta,
solo en mi casa.
La música es mi compañía.
Y también, no puede faltar,
el Flor de Caña 12 años,
añejado.
Como información adicional digo
que en el tele, en Youtube, está todo en video,
lo de ayer y lo de hoy.
Salvo que lo de ayer, particularmente la música clásica
y señaladamente la operística,
pierde sonido y nitidez,
y no queda más, para el estricto aficionado,
que tener su propio equipo
y su colección en acetato.
Lo digo con conocimiento de causa.
La divina Callas, verbigracia,
por la variedad de registros de su voz,
sólo se debe oír en acetato.
Y agrego otra nota aclaratoria,
es mejor comenzar por lo popular
y después ir a lo clásico.
De lo contrario, si se inicia por lo clásico y después se pasa a lo popular,
las voces de, por ejemplo, Sinatra, Aznavour, Elvis, Armstrong, The Platters,
y tantos otros que me son tan caras,
francamente resultan lastimeras.
Entonces primeramente lo popular y después lo clásico.
Comienza la función con Johnny Mathis, Over the Rainbow.