El Homo Sapiens surgió en África oriental hace como 300 mil años. De ahí, con el tiempo, se extendió hacia todos los continentes. La mayor parte de su existencia fue en su condición primitiva, salvaje mejor dicho. Vivía en grupos aislados que no podían ni verse porque se mataban entre sí. Durante muchos años, como 40 mil, compartieron el territorio con los Neanderthales, que ya estaban desde antes sobre la faz del planeta y que desaparecieron, dicen que misteriosamente, pero qué va, lo más seguro es que nuestros ancestros primitivos los exterminaron a los pobres.

La vida era conflictiva. El Homo Sapiens es naturalmente agresivo. Y los grupos familiares dispersos se trasladaban a través de grandes territorios (como 100 hectáreas si no equivoco el dato), siguiendo la ruta de las diversas cosechas y cazando. Eran pues trashumantes, permanecían el tiempo de las cosechas nada más y seguían su recorrido. Y fue hace unos 10 ó 15 mil años (coincide con el fin de la ultima glaciación), que hubo un reacomodo de las aguas en el planeta, que obligó a los grupos primitivos dispersos a congregarse alrededor de las fuentes de agua disponibles. Debe haber sido un período traumático, de grandes conflictos, que abrió paso a la vida civilizada. Los conflictos no se acaban, pero la vida es civilizada y la congregación de la gente, a su vez, disparó el aumento de la población.

Y es así que nos queda en la memoria ancestral el borroso registro de la vida tribal descomplicada, como un peligro que atenta contra el yugo de la civilización. Y es a ese borroso afán retrospectivo, que algunas religiones confusamente llaman “el pecado original”, que es preciso expurgar debido al peligro que entraña, de un retorno prácticamente imposible a la vida primordial. Es un vago recuerdo, un ansia recóndita, que nos lleva, inevitablemente, a pecar y seguir pecando.

Posdata: ese retorno a la vida primordial no es realmente tan prácticamente imposible, teniendo en cuenta la inminente amenaza nuclear que pende sobre el mundo y que, de un día para otro, puede acabar con la civilización.

Roderico Rodríguez