Mi vida va como por un manso declive
hacia el mar océano
de su destino.
Quisiera sentir, vehemente,
un apego a las cosas de la vida,
pero no es así.
Y tal vez eso sea lo normal,
en llegando a ciertas edades.
Si viniera un amor furibundo,
tal vez, me digo.
Pero esas son cosas de muchachos,
no de viejos en las últimas.
Vivir y seguir viviendo.
Y estar atento por si acaso.