Todos vivimos viviendo, cómo no, la crisis de la existencia.
El resplandor iridiscente, chisporroteante,
del espectáculo del mundo ante nuestro pequeño balcón. Y es cuestión de tiempo.
Tarde o temprano estaremos a tiempo.
Esa sustancia inagotable.
Y nosotros,
simples criaturas en el cauce torrencial.
Luchando,
sin saber por qué.