Llego por fin al final de la jornada.
He venido empujando el carro de las horas todo el santo día, tratando de alcanzar la noche y la cura del sueño.
Por más que he buscado no encuentro las causas del desencanto que me agobia, la falta de entusiasmo.
No es goma etílica, ni problemas, ni discordia, no sé, no he podido dar con el origen.
Y no es asunto que se pueda resolver con la mera voluntad.
El desgano parece inconmovible, ya todo lo intenté sin ningún resultado positivo.
Y es que uno joven tiene todos los motivos a mano para entusiasmarse.
En tiempos idos, cuando me sentía así me iba de farra y ya está.
Pero viejo como estoy es distinto, son contados los motivos que pueden acicatear el ánimo y mover al interés.
He venido arriando el tiempo todo el día y ya, por fin, estoy en la cama, dispuesto a entregarme al baño vivificante del sueño, para llegar al inicio de mañana con actitud renovada, eso pretendo.
Y seguir adelante con la poesía completa de Borges para luego entrarle, una vez más, a su espléndida prosa: cuentos, crítica literaria, prosas misceláneas.
Y si se da la ocasión de escribir algún texto, miel sobre hojuelas.
Y volver a ser yo, el viejo que vive con entusiasmo los días de su ya larga vida.
Entusiasmo porque si, por el hecho de estar vivo y poder leer, escribir y vivir la vida.