Me gusta ser anónimo en la vida y también como poeta.
En cuanto a los premios, pienso en Estocolmo por caso, no tengo ningún inconveniente en que me sea concedido, si así lo deciden los doctos señores que lo conceden, es la cúspide de los reconocimientos literarios en el mundo y francamente no veo porqué no.
Pero desde ya le digo al jurado, eso sí, que si deciden premiarme, enviaré entonces un representante personal para que asista a la ceremonia de premiación en mi nombre y que, en cuanto a la dotación económica del premio, que me la depositen directamente en mi cuenta bancaria.
Me agrada ser anónimo, personalmente un desconocido, lo que, en modo alguno compromete a mi pequeña obra, que ojalá fuera leída en todo el mundo.
Pero yo, como persona, repito e insisto, me gusta ser anónimo.
Y eso no lo cambio por nada.
Me anticipo así, con estas modestas palabras, a las pretensiones de cualquier jurado literario, nacional, internacional o extranjero.
He dicho.