Si bien es cierto que estoy a punto de alcanzar la meta,
no me ilusiono ni hago planes a futuro.
Sé bien que debo, primeramente, recorrer la mitad del trayecto que falta.
Y después la mitad de esa mitad.
Y seguidamente, la mitad de esa mitad.
Y así sin descanso y sin fin, tal como lo expone Zenón en su famosa paradoja de la carrera entre Aquiles y la tortuga.
De modo que vendría siendo como si no hubiera avanzado nada y estuviera en el mismo sitio, inmóvil, estancado.
Siendo así las cosas, mejor me quedo en casa leyendo, página tras página, libro tras libro, sin afán de alcanzar ninguna meta.
Como si de contar arena en el desierto se tratara.