Nos desdoblamos
y nos contemplamos a nosotros mismos.
Ese retruécano existencial
que no padecen los demás dichosos animales.
Actuamos en el drama de la vida y a la vez,
somos espectadores.
Parece imposible pero ocurre al mismo tiempo y en el mismo drama,
siendo que yo soy yo y soy el otro,
a un tiempo.
Yo en escena, y el otro que también soy yo,
en el lunetario.
Báileme ese trompo el la uña.
Uno y vario.
Yo y los demás.
Y cuando salgo de escena,
queda la multitud repleta
de todos como yo.