El trabajo tiene sus caprichos
y sus revelaciones.
A veces se trabaja y se trabaja,
y parejamente se invierte y se gasta,
y no se ve el avance.
Pero de repente, como si fuera un milagro,
emerge el cuerpo de la obra.
Y se ve bien
en qué se han invertido
el trabajo y los materiales.
Y así la obra dice
con su irrefutable presencia,
aquí estoy.
Y es entonces cuando el hacedor siente la recompensa.
Y la energía para seguir adelante.