He pasado más de la mitad de mi vida
buscando fósiles en el panteón de las palabras,
para animarlas y ponerlas a cantar.
Como vaciar en formas pedrificadas lo sentido,
en caliente,
para ir formando la composición.
Similar al oficio de cajista,
mutatis mutandi,
que en las viejas imprentas componía las galeradas, pacientemente,
letra por letra.
El avance del tiempo ha tecnificado
ese procedimiento,
ahora no hay siquiera
que mancharse los dedos de tinta.
Pero el contenido de la composición
sigue siendo el fruto de un alumbramiento,
asistido por el ángel
de la inspiración,
que se mantiene intacto
con el paso del tiempo.