Trabajé durante años de años
y sentía que me gustaba lo que hacía.
Pero después, cuando me jubilé
y me hice carpintero,
cosa natural en mí, que nací y crecí en un taller de ebanistería,
me di cuenta que,
si bien antes me gustaba lo que hacía,
no hacía lo que me gustaba.
Y lo mismo sucedió con mi formación académica,
orientada básicamente a resolver las necesidad de subsistencia.
Por dicha después he podido dedicar tiempo a la lectura que tanto me gusta y,
miel sobre hojuelas,
a escribir cuando me visita la inspiración.
Y cuando no, a coquetear con ella.
