Que la poesía es terapéutica
es la pura verdad.
Me sucede cuando releo escritos míos de hace meses o años,
que me decepciono y me propongo
no insistir más en el error.
No volver a escribir nunca más.
Soy sincero en mi reacción y mi propósito.
Pero claudico, siempre recaigo.
Y es que escribir para mi
es una terapia contra mis males.
Paso los días entretenido, duermo mejor.
Confieso que soy grafómano.
No es contagioso por dicha.
Y no causa daño.