Anoche me acosté temprano
como es mi costumbre.
Y entre uno que otro despierte,
o parada técnica,
para usar un término de la aviación,
he llegado a la otra orilla,
son ya las 5 de la mañana.
El tiempo es un continuum,
avanza y no se detiene nunca.
Y no tiene principio ni tiene fin.
Las interrupciones que hacemos son
nuestras peripecias de funámbulo en su incesante transcurrir.
Por eso, a veces, nos sorprende
su prontitud.
