Ser o no ser es el conocido dilema shakespieriano.
Es un falso dilema.
Ser y no ser son ambas formas de ser.

Se es esto y no lo otro, o al revés, se es lo otro y no esto. Siempre se es una u otra identidad, o varias: se es carpintero, comerciante, esposa, esposo, abogado, ingeniero, etc.

No se vale el ser tautológicamente, como el ser ser del ser y así referidamente hacia el vacío, sin apoyo en alguna cualidad.
Somos, como dice Sartre, seres en el mundo, o también, “Yo soy yo y mi circunstancia.”

No somos absolutos, aislados de condición en el mundo.
Seres concretos, no abstractos.

No es posible el “ser” como si fuera una gaseosa entidad autónoma y al margen de uno, en el vacío de la nada que tampoco existe.

Eso es metafísica y no cabe en la realidad, salvo como un mero ejercicio intelectual gimnástico.

Esas son veleidades de los metafísicos que parten de la creencia de que el hombre es una especie de dios.

O también, que el hombre comparte la esencia de un dios, que viene siendo parecido.