Roderico Rodríguez, escritor costarricense

Nuestra huella en el mundo

Uno va por la vida
y no es que se enfrenta
al vértigo del mundo abierto
y sin fronteras,
normalmente no.
Seguimos un curso de acción que nos hace familiar,
y en parte, predecible el camino.
Un aprendizaje que viene
desde el vientre materno.
Preferencias, gustos, inclinaciones, sustos.

El mundo en que vivimos
es un mundo escaqueado, fragmentado,
de gran variedad.
Nuestra visión del mundo configura un entramado,
una narrativa que orienta nuestros pasos en el mundo.
Si así no fuera nos perderíamos en la indefinición.
Un contexto mental, ideológico,
como una tierra firme,
es la cancha en que jugamos el azar de nuestros días.
Lo contrario es una vida al descampado, sin fronteras, fragmentada, perdida en la multiplicidad sin salida.
Y que se vive por momentos aislados, sin amalgama,
sin narrativa que le de sentido.
Y esto es lo que está sucediendo con gran parte de la población joven de hoy,
que no adquirió el hábito de la lectura, ni de las historias narradas,
y que ha sido fácilmente embestida por la internet
y su disuelta fragmentación.
Va sin rumbo por la extensa llanura de la vida,
sin brújula que le alumbre el camino,
salvo los cambiantes hechos escuetos de la internet.

Lo que procede en esta vida es atenerse a un contexto,
a una narrativa en que nuestro quehacer en el mundo
adquiere sentido y razón.
Es el dibujo que hacemos de nuestra existencia
en la cambiante página de la vida.
Nuestra huella en el mundo.
La vida sin sentido es una negación de la humanidad.

Qué sentido puede tener hoy la vida sin sentido,
si no es el sentido que otros le den.