Claudio Antonio Ordóñez Chacón

Nocturno, Opus Infinito

 

El tiempo, el implacable,
en esta hora, en estos días,
ya sólo queda quizás la frente fresca
en el reflejo del río de la vida.
Y si no es por el mejor momento en lo físico,
pero quizás muy meritorio en tu espíritu
de tromba marina.
No sé cómo o por qué sucedió
pero de pronto anochece más temprano,
el día se va sin más…
Lo sé, no es éste un buen momento,
ni la hora, ni tampoco ayuda,
pero no vengo a contarte para venderme,
o venderte una propuesta, ni agitar una bandera,
más que la de la vida…
Simplemente expresar, que hablarte
es al menos algo más reconfortante
que decirle a las paredes
lo que de seguro ni eco tendrán,
para un lejano tiempo,
ya que hasta el tiempo, dicen,
que se acaba con la memoria…
Hoy, no vengo a venderme
como entretención pasajera,
pero al menos sí deseo a cambio
escucharte a manera de réplica,
para no pasar como un murmullo más
en los días.
No quiero ser un Fausto esquivo,
porque ni a eso llego,
y que tampoco seas un vidrio frío
como la noche,
sino un oído terso y gentil
que me oye, ante un leve quejido
que me lleve,
antes que un leve quejido me lleve
tras una dura lápida.
Yo sé que no es mi mejor momento,
y por ello las sombras acechan
en los rincones de la memoria,
y mi soledad vuelve a cantar
su triste melodía.
No, hoy no busco
ni reinvidar mi pasado
ni mucho menos futuros inciertos,
sino un simple presente tangible.
Soy entonces apenas un navegante
que intenta zurcar en tu fina atención
al menos unos instantes antes
de caer dormido
en la trémula música del olvido.
No, no quiero irme, tampoco tan pronto,
y no deseo estar de nuevo cansado,
sino que hoy sea noche de estrella
y elevarme alto,
para ya nunca más volver acá,
más que para contarte que ya trascendí.
Yo hoy al menos disfruto de este espejismo
como si fuera el último tango
en la última copa,
o el último de los besos.
Y, ¿como no recordar, al menos sorbos
de un pasado lejano, de una niñez
perdida entre la bruma
de un camino, que seguía a no sé dónde
ni por qué?
Si ya pareciera que hoy Gaza, Haití o Sudán,
los niños y madres de Angola,
o los que escarban la tierra
en la minas de coltán,
todo, todo ello no es posible,
tan siquiera,
de enumerar con los ojos abiertos,
pues la pesadumbre me tira profundo,
los párpados me sumen en un foso infinito,
que no lleva más que por senderos malditos
con llantos de cristal.

Claudio Antonio Ordóñez Chacón