Es la madrugada, triste y callada.
Me despierta el canto del gallo que se erige solitario y viril,
como una centella en medio de su patio.
Mientras duermen las fieles gallinas silenciosas
en su gallinero.
Y yo, como un dios vigilante,
desde temprano viendo y oyendo
cada sonido, cada liviano movimiento.
Y me acuerdo de aquel “gallo loco”, de Gabo,
que molestaba al General Bolívar desde temprano en la madrugada.