Me está llegando gradualmente
la hora de la construcción.
Y la construcción demanda eficiencia,
que resumidamente consiste en conseguir más
al menor costo posible,
regla de oro de la economía.
Su aplicación la tengo que hacer
versus el ocio creativo,
vestíbulo de la poesía y la literatura.
La construcción me
encanta.
Francamente soy dichoso
en ese contraste.
Como constructor lo soy
de mis obras misceláneas
y no me recomiendo a nadie pues,
aunque trato de ser previsor, macizo y cuidadoso,
en última instancia me atengo al “Quede como quede”.
Y un método tal,
solo es aplicable en lo propio.
Y bien, tal vez mal,
siendo las cosas como quedan dichas,
no sé que va a pasar conmigo, particularmente con mi afición a leer y escribir.
Porque las interrupciones que cortan el despliegue de una pasión,
no se sabe que efectos colaterales pueden traer.
Solo el tiempo lo dirá.
Que Dios me coja confesado.