Nací y crecí en la ciudad de Esparta,
hoy mal llamada Esparza
por aplicación lineal de la historia,
pues los ticos no pronunciamos la z.
Recuérdese que antes se llamaba Esparta,
y a principios de 1974 se cambió por Esparza,
disque para recuperar el nombre original,
desconociendo que la historia es el cambio,
bienvenido cuando es acertado.
Y sin importar,
las costumbres fonéticas de un pueblo,
y su opinión negativa a ese cambio,
expresa en plebiscito de ley.
Recién cumplidos los 16 años me llevaron a vivir a Guadalupe de Goicoechea,
y después viví tambièn en Sabanilla y Vargas Araya,
ambos de Montes de Oca
y todos al este de la ciudad capital,
en la zona de influencia del Bajo de la Hondura,
que es el corredor biológico húmedo
que comunica las llanuras del Atlántico con el valle central,
y que es la razón de la humedad ambiente en esa zona de la capital,
que contrasta con el clima seco de Esparza,
región montañosa y quebrada.
Al poco tiempo de vivir en la zona este de San José,
empezaron mis sufrimientos con el dolor de oídos;
me vieron varios especialistas, recuerdo al Dr. Estrada
que cada vez que iba a su consulta,
me hacía unos lavados de oído
que me dejaban “panasonic”,
pero que al poco tiempo estaba tan mal,
o peor que antes del tratamiento.
Por fin, debe haber sido allá por mediados de los 80 y gracias a algún ángel que me lo
recomendó,
tuve la dicha de dar con el Dr. Jacobo Guzowski,
eminente otorrinolaringólogo ya desaparecido,
que con acierto impecable,
al igual que su prestancia,
me dijo que la causa del malestar era la piel de mi oído externo,
propicia al hongo por humedad.
Y que los tratamientos de lavado eran más bien contraproducentes,
pues la solución estaba más bien
en mantener seca esa zona del oído;
debía tomar las precauciones del caso a la hora del baño,
y aplicarme después un par de gotas de alcohol puro en cada oído como secante.
Eso amén de los medicamentos para sacarme de la crisis del momento.
El Dr. Guzowiski dió en el centro del del problema con su diagnóstico.
Muchos sabemos lo que se sufre
con un dolor de oído y en mi caso,
antes de declararse el dolor,
padecía por días una especie de irritación que no registraba el termómetro,
tal vez por venir de hongos y no
de una infección,
pero que igual trae el desánimo y la tristeza.
Ese estado calenturiento que para mí era inexplicable,
me daba con frecuencia durante días y semanas tal vez,
antes de declarase abiertamente la emergencia del insufrible dolor.
Faltaba establecer a ciencia cierta la relación de causa efecto,
y eso fue lo que hizo sabiamente el
Dr. Guzowski,
con un limpio acierto que me hizo posible vivír muchos años aceptablemente,
con el problema bajo control,
pero no resuelto,
pues la humedad ambiente se instila por oídos y nariz.
Por fin, para no alargar mucho esta relación diré que,
por el susodicho problema
y en vista de que mi hija Lucía vive en Orotina,
decidí entones venir a vivir aquí, donde tengo ya más de 3 años,
y donde construí mi casa en el mismo lote donde Lucía tiene la suya.
Y bien, mejor dicho mal,
ahora que inició el invierno,
al igual que en el anterior,
he vuelto a sentir los mismos síntomas de irritación y decaimiento que, bien lo sé,
tienen origen en la condición tan susceptible de mi oído externo a la humedad.
Y no dudo que así es,
pues esta región de Orotina, conocida originalmente como el valle de Coyoche,
quien fue el último cacique indígena de la región,
es una extensa planicie que atrapa el agua llovida,
y la devuelve en forma de la humedad ambiente,
característica de su clima.
Esto parece más bien una cuña del Pacífico Húmedo,
entremetida en el Pacífico Seco.
!Haberlo sabido antes!
Es así que me explico la irritación que siento ahora,
con la secuela consiguiente de mi ánimo decaído,
y el inminente peligro de agravamiento
y la vuelta a los insufribles dolores.
Estoy en este punto,
tratando de confirmar mi interpretación del problema,
y vislumbrando el posible regreso
a Esparza, donde nací y me crié,
pues si acierto en mi diagnóstico,
esa sería la solución definitiva a mi dolencia,
en vista del clima seco de Esparza.
Pero esto tendría que suceder,
a costa de perder la cercanía de mi hija y su mamá,
a estad alturas de mi edad.
En esas estoy,
semejante trastorno en la fase final de mi vida.
Cuento el cuento porque,
además de clarificar mi problema, puede ser útil para otras personas.
