Uno es uno,
único, inconfundible, solitario.
Y es simplemente imposible dejar de serlo.
Ni siquiera muerto,
porque queda indeleble
en el recuerdo de los demás
tal como fue.
Y uno, yo por ejemplo,
puedo vivir una vida azarosa o monótona,
rica o pobre en vicisitudes,
y al cabo del tiempo
venir a percatarme,
que sigo siendo el mismo
hijo de mamá y papá.
Cuando creía que había cambiado tanto y que era otro.
¡Un espejismo!
Es un misterio sin duda
eso de la identidad.
Tan cambiante
y sin embargo invariable y predecible
a lo largo del tiempo.
Sin duda,
me tocó en la vida ser yo,
como un grillete, una condenación,
veleta ante las circunstancias,
invariante ante el destino.
No vale la pena vivir peleado
con uno mismo.
Lo mejor es el abrazo, el concilio,
la resignación.
Me gustaría ser un simple y sencillo
carpintero,
bien financiado mes a mes, eso sí.
