Mi padre,
hijo de padres de San Ramón,
era carpintero y ebanista de oficio,
discípulo de mi abuelo Ernesto,
carpintero toda la vida.
Antes las casas eran mayormente de madera,
y las hacian los carpinteros.
Mi padre, a las horas de café y comidas
en la mesa faniliar,
escribía versos en las orillas del periódico.
Y yo,
después de atravesar una vida
cargada
de vicisitudes,
me hice carpintero y poeta.
Y fue para mí,
como un regreso a casa.
