Suelo medir el resultado del día
según las páginas leídas o escritas.
La evaluación la hago yo conmigo mismo,
yo con yo para ser más preciso.
Tal medición viene siendo como
«la espada de Damocles» para mí.
El riesgo es
tener que irme insatisfecho a la cama al final del día.
Y si esto mismo se repite por varios días,
caigo en una devastadora depresión.
Y tengo que sacudirme
y ponerme prontamente en acción,
para recobrar el estado normal de conformidad.
De lo contrario no sé,
no lo he permitido,
cuál podría ser el último resultado.
Así es mi vida diaria,
como la del equilibrista en
«la cuerda floja».
