Pasan los días y pasan en blanco, ni una línea escrita siquiera.
Nada se me ha ocurrido.
Y eso estaría bien si mis escritos tuvieran que fundamentarse en folios de folios, pero resulta que son el producto de mi sensibilidad y mi imaginacion.
El fundamento académico va implícito, a su medida. Lo que me hace falta es inspiración. Aquella que lleve al arranque, a la primer línea.
Parece tan simple, pero no es así, al menos para mi no lo es. Hay que tener algo que decir para ponerse a escribir.
Pero también hay que tener, concomitante, la manera de decirlo, que para mí está condensada en la primera o la última línea.
Escribir me gusta porque me gusta, simplemente. Duele esa ausencia, como duelen las resacas, como un hueco en el ánimo.
Y no me puedo quitar el tiro.
Parece fácil la solución pero que vá, no lo es. Implica previamente una actitud emocional. Y una tensión del ánimo dispuesto a la caza de la inspiración.
Eso es lo que hace el poeta. Esa es su preocupación, su profesión que es, tiene que ser, su afición también.
Entonces hay que seguir intentando, propiciando. Y estar atento y aprovechar el momento cuando se da. Si no es así no se presenta, o se escapa disuelta en un momento.