Claro que me gustas.
Y te deseo.
Por muy amodorrados que estén mis sentimientos,
y la vibración añosa de mi carne.
Una vez que levanto las baldosas que cubren mi sensualidad, y me adentro en ese quieto mundo indómito, naturalmente salvaje,
siento claramente cuanto me gustas, y me jalas con la fuerza viva de tu cuerpo.
Claro que me atraes.
Y me regodeo voluptuosamente,
con todo mi cuerpo,
más allá de las palabras.