El sentido del Universo va
en todos los sentidos;
es el resultado del Big Bang,
el Gran Rebote.
La velocidad de expansión está medida a nivel planetario, galáctico y del Universo todo.
El sentido es excéntrico, y de ahí el riesgo de la desintegración total, una vez que se anule la atracción de la fuerza de gravedad.
Hay quienes esperan, por rebote, un nuevo período de compresión, seguido de otro de expansión y así repetidamente.
Y quien quita si no sea precisamente eso lo que sucede y ha sucedido siempre.
Lo verificado es que vamos por el espacio sideral a velocidad inimaginable, sin despeinarnos siquiera, gracias a que esa velocidad de desplazamiento es constante, y a la protección que nos brinda la atmósfera terrestre.
Está científicamente comprobado, por ahora, que la evolución de la vida tiene como sentido la vida misma, la persistencia, la replicación, la continuación de la vida.
Es así que el sentido teleológico, el último sentido de la vida, es la vida misma.
!Qué más querés! como diría nuestro querido don Abel Pacheco.
En cuanto al sentido de la vida personal de cada quien,
eso es harina de otro costal.
A diferencia de los objetos
que tienen su propio sentido
y son, esencialmente
lo que son, y no padecen
el problema existencial
de decidir lo que quieren ser, las personas sí que estamos frente a la angustia de decidir nuestro destino, lo que aspiramos a ser en la vida.
Dicho en otros términos, los objetos se reducen o constriñen a su esencia, son lo que son y para lo que son, mientras que las personas, que obviamente no somos meros objetos, nos vemos en la imperiosa libertad de imprimirle sentido a nuestras vidas, lo que Sartre denomina la angustia existencial.
Es un privilegio, una casualidad cósmica preciosa nuestra existencia personal (lástima que sea tan efímera), pero exige el precio angustiante de darle sentido para que tenga razón de ser.
Podríamos resumir diciendo, que la vida individual del ser humano no tiene sentido previsto alguno, salvo el que cada quien le imprima con sus propios actos.
Y viéndolo así como es, nuestra vida es una aventura magnífica y fascinante; si tuviera un sentido previamente asignado, seríamos rebajados a la condición de objeto robótico.
Para terminar tomo de “El instante” de Borges esta perla en relación al mundo y la vida: “…otro Cielo no esperes, ni otro infierno”.