Con su natural agudeza escribe Pavese:
“…por lo cual en el niño de seis años están esculpidos ya todos los impulsos y la capacidad y el valor que tendrá el hombre de treinta,…los gustos no cambian como es sabido. Quien tiene miedo a la oscuridad, tendra miedo a la oscuridad.”.
Y lo aprendido por el niño a los seis años
ha sido involuntario, accidental,
no propiamente aprendido,
si no impreso por la vida
en la carne con indeleble sello.
Ese aprendizaje instintivo de nuestra realidad es simbólico, atemporal y hasta elusivo,
por no contar con el antecedente de una primera vez.
Forma parte mejor dicho de nuestra realidad mítica.
Y nos toca desentrañarlo, objetivarlo, desmitificarlo, en el curso de nuestra vida, si es que alcanzamos a lograrlo.
Lo que dice Foucault, es que el camino a seguir es la construcción del yo con el material que se tiene, un yo construido voluntariosamente en esta vida.
Y desechar los viejos andamios.