Hoy he llegado a mis ochenta.
Cuesta, no es fácil,
son años de años día y noche.
Pero visto en retrospectiva es
en un santiamén.
Antes un octogenario estaba ya
fuera de circulación;
hoy por dicha no es así.
Yo todavía me la juego.
Las condiciones sanitarias han cambiado para bien.
Pero no comparto la creencia,
cada vez más generalizada,
de que no hay que hacerle caso a los años
y seguir como si nada,
sintiéndose joven.
Es un autoengaño
y tal vez una imprudencia.
Hay que estar atiempado y sentir
la edad que se tiene.
Estoy contento de vivir la vida.
Seguiré adelante mientras pueda.
Soy un viejo afortunado
y estoy agradecido.