En los primeros años de escuela,
recuerdo que llebava siempre conmigo
el tintero y el casquillo para escribir.
Después con el tiempo,
llegué a tener una pluma estrebrook,
que facilitó mucho la tarea de tomar apuntes en la escuela.
En el colegio y la U ya existían los bolígrafos.
Pero fuera como fuera,
lo cierto del caso es que yo siempre tuve dificultades para escribir manualmente,
costaba entender lo que escribía.
Ahora ni lo intento siquiera.
Y es a esa dificultad manual,
que atribuyo el hecho de haber venido a ser escritor habitual,
a partir de que vino a mí el teléfono movil, a principios de siglo,
esa marivilla moderna que cambió el mundo,
y que me permite escribir lo que escribo
cuando y dónde se me ocurre,
con una facilidad natural,
pues en otros tiempos fui un buen mecanógrafo.
