Hubo un tiempo que viví siendo otro
de los varios que soy.
Desde entonces ese otro de mi juventud
no se volvió a ver.
Ahora me sería imposible encarnar un yo así,
tan innecesariamente enérgico.
Además, ese pobre yo se ganaba la vida
ejerciendo llabores abstractas,
atrapado dentro de organizaciones burocráticas.
Cerca de mis 40 años
se me quebraron algunos puentes,
y la carpintería y la literatura vinieron a mi,
como si las estuviera esperando.
Un segundo aire para mí.
Una dicha.