Declina la tarde ensimismada
más lenta de lo habitual.
Así lo siento.
Me viene al recuerdo aquel verso de Borges:
“Las tardes a las tardes son iguales”.
Y me contrarío.
Y repienso el asunto.
Y no me queda más que aceptar,
que la tarde plomiza sigue su curso normal.
Y que yo estoy triste por la resaca del alcohol en mi cuerpo.
De veras,
qué triste es estar triste.
