Una alegría constante sería intolerable,
y la felicidad eterna impensable, dice Borges.
Por lo mismo, cuando se siente angustiado, desdichado, piensa que para qué,
si en cualquier momento puede llegar la muerte como una salvación.
Y es que, de veras, la felicidad no existe,
porque supone un estado permanente de dicha y eso,
bien lo sabemos, es imposible.
Lo que si hay son momentos placenteros y estados de gracia y contento,
que se experimentan a menudo
y que son pasajeros,
como todo en este mundo.
La felicidad como una suerte de tierra prometida, de aspiración,
de faro siempre en el horizonte,
si se vale,
como guía motor de nuestros pasos.
Por lo demás,
lo único seguro que tenemos en esta vida, es la muerte,
como decía mi madre,
y llegará cuando tenga que llegar.
