A estas alturas de mi edad
vivo la vida con ánimo parejo, aplanado.
Si bien no suelo estar deprimido,
tampoco tengo picos de ánimo elevados,
como cuando estaba joven,
que me entusiasmaba la sola expectativa del nuevo día,
el trabajo, los amigos, la fiesta.
Leer y escribir han venido a ser mis entretenimientos,
la trinchera que me guarnece de la desidia y el tedio.
El trayecto de mi vida ha sido largo
e innumerables las vicisitudes.
He ido aprendiendo a estabilizar el viaje,
sin sobresaltos ni grandes emociones;
es un resultado natural del envejecimiento y la inminencia del fin.
Sería un grosero contrasentido
que al llegar el momento final,
esté uno agarrado al árbol de la vida
como mono en ventolera.
Hay que aceptar, no queda más.
Y lo mejor es estar preparado.
( Siento que no lo estoy todavía ).
