Esto es para contar.
Por eso lo cuento.
Fue en el 59 o en el 60.
Nada se movía en el mundo.
En particular en Esparta
donde me crié.
Todo estaba fijamente estacionado en su tiempo.
Hasta el tipo de cambio del dolar,
como si estuviera congelado.
Nosotros, la barra del colegio,
nos juntábamos por las noches.
Y siempre andábamos haciendo torerías.
Me acuerdo la vez que nos topamos con la Tococa (así le decían) allá por La Cerámica.
Y no sé cual adelantado,
le propuso que cogiera con nosotros.
Y fue así como sucedió.
Ella se metió, a travez de la cerca alambrada,
y se fue a acomodar allá,
entre las estibas de leña.
Y mis amigos iban,
uno tras otro, a coger con ella.
Yo no quise,
me quedé en la calle viendo
el ir y venir de mis cuates.
El precio era 3 pesos cada uno.
Yo era virgen entonces.
Y me aguanté las ganas hasta que tuve novia.
A la luz de la luna,
en cama verde,
enamorado.