No soy pretensioso,
lo puedo decir a viva vos.
A mi edad mandaría “güevo”.
Solo aspiro a leer algunas horas durante el día.
Y en la noche dormir a ratos,
entre mis dolores de cuerpo.
Y no puedo evitar que venga a mi,
el recuerdo de mi tío Lalo
cuando,
desde su adolorida silla de inválido me dijo:
«Mano, yo ya quiero morirme».