Me siento solo y no tengo adonde ir,
salvo por los mandados caseros
que me llevan siempre
a los mismos lugares.
Me paso las horas leyendo
y atendiendo misceláneas tareas
en un mundo repetido.
Salvo por las aventuras librescas,
mi vida es una previsible y monótona redundancia.
Estoy atrapado en la cotidianidad.
Y desde las alturas de mi edad, no veo la forma de desatar este nudo gordiano
y emprender camino hacia una nueva vida.
Tal parece que, salvo desatinos,
la resignación es mi única suerte.