Ha pasado el tiempo.
No me explico semejante rapidez.
Así como así, sin percatarme siquiera,
estoy llegando a los ochenta.
Plena ancianidad.
No sé en qué momento me hice viejo.
Si hace nada era un muchacho
fuerte y poderoso.
Capaz de construir una casa yo solo.
Ahora, hace unos días,
me puse a hacer las puertas de pochote
de esta modesta casa que habito,
y me costó darles fin
por el peso macizo de la madera.
Fue tamaño golpe emocional para mi.
No me había dado cuenta
y no estaba preparado.
Tuvo que ser de repente
semejante revelación.
Y tengo que aceptarlo, no tengo alternativa.
La realidad lo atrapa a uno,
es como una jaula de inexpugnable fierro.
La resignación es la única salida, o sea,
quedarse adentro.