Mi vida ha sido un trayecto, como toda vida, pero con su propia ruta llena de sucesos, sorpresas, ocurrencias, proyectos.
No todo ha sido del azar, aunque ha estado inevitablemente entremetido. Ahí fui por la vida como ladera abajo, pero a veces, también subiendo empinadas cuestas. Tiempos de ventura y tiempos difíciles, agravados por mi manera de ser obsesivo, que me quitó tantas noches el sueño.
Para ser veraz, debo decir también que esa manera de ser yo, me sirvió de mucho en la vida para persistir en mis proyectos y salir adelante.
Hubo tramos difíciles en ese transcurso.
Por dicha fui aplicado y quisquilloso aunque poco diplomático.
Repito, por dicha todo pasó y ahora francamente ni me acuerdo.
Y es que mi vida cambió abruptamente cuando me pensioné.
Me hice carpintero y trabajador de campo en mi finquita.
Fue como lo que me hubiera gustado ser toda la vida.
Y, miel sobre hojuelas, vino también la literatura y la poesía que, aunque de modo inconsciente y superficial, siempre estuvieron rondando en los predios de mi vida. Ahora estoy llegando al atalaya de mis ochenta y alcanzo a ver en retrospectiva. Las cosas fueron como fueron, y porque fueron así, como fueron, yo estoy ahora donde estoy, como estoy.
No es gran cosa, pero vivo tranquilo y disfruto el paso del tiempo, gracias a la literatura y la poesía, y a la situación de mi vida en general.
No es que no cargo errores en la conciencia, quién no, unos más otro menos. Pero el tiempo, el largo recorrido y las buenas intenciones, los ha ido embalsamando. Vivo mis días lo mejor que puedo y voy dócil hacia el fin que me aguarda.