Uno es uno, siempre uno. Es uno tozudamente, no podría dejar de serlo ni por más que lo intentase. Más aún, cuando uno quiere quitarse el tiro y pretende no ser uno, es cuando es más uno, el uno recóndito al acecho que hay en uno, y que salta a escena sin que nadie, ni siquiera uno mismo, se percate. Es más si uno dejara de ser uno sería para ser otro que es también uno. Uno y el otro o el otro y uno, la correspondencia es biunívoca. Esa pretensión es, por lo demás, antojadiza, pues que nadie engaña a nadie, menos a uno mismo que, como se dijo, es también el otro.
Así es que uno es uno y es vario, singular y plural. Uno y los demás a un tiempo. Báileme ese trompo en la uña. Uno, siempre uno y el otro. Y no puede dejar de serlo ni tan siquiera por descuido, ni tan solo un instante. Yo soy yo y soy el otro, no hay quite.
De veras que el humano es un bicho raro.