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1) Las palabras vanas y la calumnia llevan a la pobreza. El orgullo también causa pobreza. La solución es dar caridad, que trae bendiciones y prosperidad (Likutey Moharán I, 4:8).
2) La inmoralidad lleva a la falta de sustento (parnasá) (Ibid. 7:5).
3) Mediante la plegaria intensa uno se vuelve merecedor del sustento (Ibid. 9:2).
4) La amargura y la dificultad para ganarse el sustento se deben a la impurificación del Pacto (pegam habrit) (Ibid. 11:4).
5) Para poder atraer la providencia (hashgajá) del Santo, bendito sea, es necesario quebrar el deseo de riquezas. La caridad es el modo de hacerlo. Cuando la persona entrega de su dinero para caridad, enfría el anhelo por adquirirlo. Entonces puede conducir sus negocios de manera honesta y estar satisfecha con su porción en la vida, disfrutando y aceptando con alegría aquello con lo que fue bendecida por el Santo, bendito sea. Debido a que no está desesperada por volverse rica, se ve libre de la constante lucha por la ganancia extra. El peso de esta lucha proviene del cumplimiento de la maldición: «con el sudor de tu frente comerás tu pan» (Génesis 3:19). Con la caridad la persona se libera de ello, y le es considerado como si hubiese presentado una ofrenda de incienso ante el Santo, bendito sea (Ibid. 13:1).
6) El deseo de riquezas es una forma de idolatría. Mientras exista este deseo, el mundo se encontrará bajo la sombra de la ira (jaron af). Pero cuanto más se lo elimine, más se liberará al mundo de la cólera que entonces brillará con la bendición de Su amor. El espíritu de Mashíaj comenzará a difundirse, la comprensión se expandirá y será como si se hubiera reconstruido el Santo Templo. Entonces se revelarán nuevos horizontes de Torá – la Torá destinada a ser revelada en el futuro (Ibid. 2- 5).
7) La gente obsesionada con la idea de la riqueza carece de fe en que el Santo, bendito sea, tiene el poder de darle el sustento sin trabajo de su parte. Por ello se involucran en toda clase de negocios complicados buscando una ganancia extra. Es así que pese a su gran afán y trabajo, terminan comiendo su pan con ansiedad. Están constantemente preocupados y deprimidos. Lo que sucede es que se han unido al «rostro de las fuerzas del Otro Lado» – el dominio de la oscuridad, de la depresión, de la idolatría y de la muerte.
Completamente diferentes son aquellos que salen a trabajar con fe y confianza en el Santo, bendito sea. Estando satisfechos con lo que tienen, están contentos con su porción, sea la que fuere. Ellos saben y creen con una fe perfecta que sólo el Santo, bendito sea, es la fuente de la riqueza y del sustento del hombre – y que Él desea que el hombre haga un pequeño movimiento de su parte para iniciar la cadena de eventos que terminará trayendo su sustento. Estas personas están unidas a la luz del rostro de Santidad, que es el ámbito del brillo, de la vida y de la alegría (Ibid. 23:1).
8) La persona hundida en el deseo de riquezas es esclava no sólo de un tipo de idolatría, sino de todos los cultos idólatras correspondientes a las setenta naciones del mundo. Esto se debe a que todas las formas de idolatría tienen su raíz en el materialismo. Por ello, una y otra vez la Shejiná clama con dolor, «¡Ay del dolor en mi cabeza! ¡Ay del dolor en mi brazo!» (Sanedrín 46). Hay setenta clamores (correspondientes a las setenta naciones) por el dolor en la cabeza y setenta clamores por el dolor en el brazo y ambos suman ciento cuarenta. Esto corresponde a la Guematria de Mamóm (dinero):
9) Otra forma de quebrar el deseo de riquezas es contemplar la raíz espiritual de la cual fluyen los bienes materiales y las bendiciones. Al concentrarnos en la raíz, se disipa el deseo de riqueza material. Pues allí, en la raíz, la alegría es puramente espiritual y brilla con una gran luz. El objeto del deseo, en comparación con ella, es algo totalmente degradado. Sólo un tonto dejaría de lado la alegría espiritual en aras de algún crudo placer. Pero la única manera de obtener estas percepciones espirituales es mediante la auto purificación, tal cual está escrito: «Desde mi carne percibiré a Dios» (Job 19:26). Sólo se podrá contemplar la Divinidad cuando uno se santifique y santifique su cuerpo. Esto explica por qué el remedio básico para el deseo de riquezas es el cuidado del Pacto. Al lograrlo, la persona se ve libre de este deseo (Ibid. 5).
10) Siempre que la persona cae de nivel, ello se debe al deseo de dinero. Es básicamente por esto que la gente cae en la herejía y en la idolatría. Por la misma razón, cuando los enemigos del Tzadik promueven la oposición en su contra, el Santo, bendito sea, los aleja de él, haciendo que caigan en el deseo de dinero. Pues no existe caída más grande. Como regla general, en épocas de controversia y de disputa, cuanto más grande es la pureza con que la persona guarda el Pacto y cuanto más cerca está del Tzadik – quien es la encarnación del Pacto – más grande es su poder para resistir y vencer a sus oponentes. Y cuando ellos caen lo hacen hacia el deseo de dinero. Por esta razón la persona que se ve envuelta en una disputa debe cuidarse mucho de no caer bajo la tentación de la riqueza (Ibid. 3).
11) La mitzvá de la mezuzá es un remedio para el deseo de dinero. Si observas cuidadosamente esta mitzvá el sustento volará hacia tus manos (Ibid. 4).
12) Mientras la persona no quiera gastar dinero en las mitzvot, éstas serán deficientes, pues no habrán entrado en la categoría de la verdadera fe que les da su perfección. Pero cuando la mitzvá es tan preciada a sus ojos que no le preocupa en absoluto deshacerse de su dinero, gastándolo liberalmente en aras de la mitzvá, esto se llama Fe. Pues la esencia de la fe de la persona puede observarse en su relación con el dinero. Cuando la persona quiebra el deseo de riquezas se une al «rostro de santidad» (Ibid. 5).
13) La gente sumida en el deseo de riquezas se encuentra siempre endeudada. Cuando alguien no está satisfecho con lo que tiene comienza a especular financieramente – y se carga con el tremendo peso de la deuda. Toma prestado de otros con la esperanza de obtener grandes ganancias a partir de su inversión. Pero finalmente muere endeudado. Pues aunque al fallecer no se encuentre literalmente endeudado, siempre está en deuda con sus propias pasiones. Hay mucha gente que tiene más de lo necesario para vivir. Pero aun así malgastan sus días corriendo tras las ganancias. Están dispuestos a luchar y a someterse a toda clase de riesgos e inconvenientes en aras del dinero.
De hecho se comportan exactamente como alguien realmente endeudado – excepto que su única deuda es la que tienen con sus propios deseos, que los presionan como si realmente debieran una enorme suma. Y son deudores durante toda su vida y fallecen endeudados – con sus deseos. Ni siquiera una vida les es suficientemente larga como para pagar las deudas que tienen con sus deseos, porque no existe límite para ellos, pues «nadie en este mundo alcanza ni la mitad de lo que desea » (Kohelet Rabah 1). Debido a su apetito por el dinero todos sus días son días de depresión, de preocupación y de amargura. Cuanto más dinero tiene una persona más depresión y preocupaciones tiene, pues está enredada con la idolatría, que es la fuente misma de la depresión, de la oscuridad y de la muerte. Su dinero corroe los días de su vida con problemas y preocupaciones (Ibid.).
14) Es necesario comprender que todo el dinero ganado de manera deshonesta, al igual que negarse a dar caridad, no es otra cosa que el «juego del tonto». (Nuestros Sabios establecieron que es necesario dar para caridad entre un cinco y un diez por ciento del ingreso neto, correspondientes al diezmo que debía entregarse a los cohanim). Es un «juego de tontos», pues el dinero juega con ellos tal como se juega con un niño dándole monedas. Al final el dinero termina matándolos.
El Tikuney Zohar habla sobre este juego del tonto. «¿Quién es el tonto? Es el ´otro dios´, la difteria de los niños. Él les sonríe con la tentación de la riqueza en este mundo y luego los mata. ¿Por qué es llamado un ´niño´? Porque aquellos atrapados no tienen la inteligencia para escapar» (Tikuney Zohar 140a). La única manera de escapar de la tentación de la riqueza es mediante la pureza del Pacto y la cercanía con el Tzadik, quien es la encarnación de la pureza y de quien está escrito, «aquél que es bueno y camina delante de Dios será salvado de ello» (Eclesiastés 7:26). El Tzadik posee verdadera sabiduría y comprensión y sabe cómo escapar de esta trampa. Hasta el hombre más grande necesita profunda sabiduría y comprensión para escapar del dolor y del trabajo que implican ganarse la vida. Debido a esto, la gente común vive en una terrible amargura. Y pierden este mundo y el Mundo que Viene. No existe límite a la amargura de este mundo. Como dice el Santo Zohar: «Si no fuera por la sal el mundo no podría soportar la amargura» (Zohar I, 241b).
Si no fuera por la fortaleza de los Tzadikim, que guardan el Pacto con absoluta pureza y quienes son llamados el «eterno pacto de sal» (Números 18:19), el mundo no sería capaz de subsistir debido a la tremenda amargura producida por el deseo de riquezas. Cuanto más cerca esté la persona del Tzadik, más podrá endulzar esta amargura. ¡Cuánta gente se encuentra hundida en esto! Considera estas palabras y quizás puedas escapar (Ibid.).
15) A cada paso y con cada palabra expresada en el esfuerzo por ganarse la vida es necesario recordar que el único propósito de la ganancia es permitir la caridad. La tzedaká es el tikún para los negocios (Ibid. 29:5).
16) Sólo la persona que «odia la codicia» (Éxodo 18:21), lo que significa que rechaza absolutamente el materialismo, puede adquirir verdadera sabiduría y comprensión y alcanzar una percepción de Dios. Y lo mismo en el sentido contrario (Ibid. 30:4).
17) Cuando la persona encara los negocios con honestidad y fe, renueva su alma – su mente e intelecto. A través de la actividad comercial puede entonces desarrollarse espiritualmente y recibir nueva sabiduría y una nueva alma provenientes de la luz del rostro del Santo, bendito sea. Pero no todos se encuentran en un nivel tan elevado de conocimiento de la Torá como para crecer intelectualmente en la Torá a través de sus negocios. Aun así, el hecho de conducir los negocios con fe y honestidad produce un gran tikún que beneficia a otro judío cuya alma proviene de la misma raíz que la suya, cuyo intelecto se renueva y expande a través de los negocios honestos del primer judío, recibiendo nueva energía para estudiar y dedicarse al servicio del Santo, bendito sea (Ibid. 35:6).
18) Las leyes de la Torá relativas a los asuntos de negocios son relevantes a todas las actividades comerciales. Todo aquél que quiera conducir sus negocios con fe y honestidad deberá ser experto en todas las leyes comerciales para no tropezar en ninguna de ellas (Ibid. 35:6).
19) La persona que quiera conducir sus negocios con fe y honestidad deberá ser muy cuidadosa con su fe. Deberá ser como Rav Safra (ver Makot 24a) y deberá «decir la verdad en su corazón» (Salmos 15:2). No deberá cambiar de opinión, aunque sólo lo haya decidido en su corazón. Si es cuidadosa con su fe, hará que su intelecto y su alma se renueven a través de los negocios sustentados en la fe y en la honestidad (Ibid. 7).
20) Cuando la persona encara los negocios con fe y honestidad, su acción es considerada tan valiosa como las ofrendas diarias y el incienso que se presentaban en el Santo Templo, y cuyo resultado era la eliminación de lasklipot y el ascenso de todas las chispas de santidad allí atrapadas. Su mente se eleva y renueva, y ello le es considerado como si se hubiera reconstruido el Santo Templo en su época (Ibid. 8).